Tu
¿¿Titulo Tu?? ¿como que yo? Pues si tu quien va a ser el que esta leyendo estas primeras lineas de mi blog, espero estar causandote una buena impresion y que vuelvas de vez en cuando por aqui, que intentare poner mis pensamientos profundos sobre temas comunes, para la distraccion de los lectores, la lastima esque ahora mismito no tengo nada de tu interes que escribir, asi que pegare un texto que me haya parecido curioso. Ahí va:
La yegua
Vicente estaba muy quemado.
Tenía 35 años aunque por fuera y por dentro era una vieja manzana podrida.
Trabajaba en un instituto bastante conflictivo, era profesor de Historia. Ser profesor es el trabajo que más paciencia requiere. Toda su paciencia se agotaba en su horario laboral y luego cuando volvía a casa su depósito de paciencia ya estaba en reserva. Lo cual le convertía en un buen profesor pero un mal marido.
Su mujer se hartó de que Vicente le hostiara y le concedieron el divorcio. Él le pasaba una buena suma de dinero cada mes teniendo en cuenta que no tenían hijos en común, y se quedó con unos cuantos bienes del notas.
Ahora la tenía delante. Explicándome la historia de su vida. A mí me la resbalaba. Pero tenía un escote precioso. Podría haber metido la mano ahí dentro y perderla... y no encontrarla...
La ciudad es inmensa. Cuánta gente. Cuantas veces a lo largo de tu vida te cruzarás, por ejemplo, a la salida del metro con violadores, ladrones, asesinos, psicópatas, gilipollas crónicos, maltratadores, extremistas, idiotas... y pasarán una sola décima de segundo por tu vida, sin ni siquiera darte cuenta de ello; sin prestarles la más mínima atención...
Y a veces te preguntas..., de toda esa gente que se cruza a la salida del metro; ¿cuántas tías querrían follar conmigo?
Es probable que me cruce cada día con más gente del primer grupo que del segundo... Segurísimo.
Pero hoy no había sido así.
La había conocido en Sagrera, en la línea 1. En uno de los contoneos del metro habíamos chocado.
Era como me gustaban. Grandes. Hembras. Mujeres.
La posesión de una mujer así en el acto sexual es alucinante. Es la sumisión del fuerte. Yo y mi altura mediana-baja y mi cuerpo delgado sometiendo a una yegua desbocada de grandes dimensiones. Es el triunfo del hombre que domestica a la bestia. Me gusta sentirme así; y tenía un escote glorioso.
Poco después de contarme la historia de su ex marido apretó sus muslos contra los míos. En el bar quedaba poca gente. No cerrarían demasiado tarde.
Estaba ansioso por montar a la yegua. A paso ligero, a galope.
Yo estaba pasando por una de esas etapas de “voy-a-dejar-de-beber-tanto-y-a-hacer-más-ejercicio”. Esas etapas me destrozaban, eran antinaturales. Simples productos de la necesidad de follar. Al atravesar por esas etapas me sentía deprimido y ansioso. Eso sí, mucho más ligero. Es cojonudo ser un deprimido ligero! Me hubiera conformado con estar ligeramente deprimido...
- Julián, ¿porqué no vienes a mi casa? – me dijo.
Hacía dos meses que no mojaba. Tras decirme aquello mientras apretaba sus muslos a los míos, me sentí feliz aunque algo nervioso. Pasé a ser un no-deprimido con pesadez de estómago... y de cuerpo en general... no se puede tener todo!
Finalmente nos levantamos y nos fuimos. Por el camino se mostró risueña, contándome sus manías. Decía que una de ellas era ir contando los coches que tenían las pegatinas del burro y los que tenían la del toro. Es decir, la tontería de españoles y catalanes. Se había marcado como objetivo saber de qué había más; si de burros o de toros. Desde luego, burros eran todos...
- Y tú? – me preguntó - ¿Eres más de burros o de toros?
- Yo soy más de yeguas – le respondí
Me e limitado a suprimir la siguiente parte que es demasiada obscena.. desde que llegan a su casa hasta que salen, os dejo dar rienda suelta a vusestra imaginacion.. Ya os pondre otro mas interesante, de momento conformaros con lo que teneis.
La yegua
Vicente estaba muy quemado.
Tenía 35 años aunque por fuera y por dentro era una vieja manzana podrida.
Trabajaba en un instituto bastante conflictivo, era profesor de Historia. Ser profesor es el trabajo que más paciencia requiere. Toda su paciencia se agotaba en su horario laboral y luego cuando volvía a casa su depósito de paciencia ya estaba en reserva. Lo cual le convertía en un buen profesor pero un mal marido.
Su mujer se hartó de que Vicente le hostiara y le concedieron el divorcio. Él le pasaba una buena suma de dinero cada mes teniendo en cuenta que no tenían hijos en común, y se quedó con unos cuantos bienes del notas.
Ahora la tenía delante. Explicándome la historia de su vida. A mí me la resbalaba. Pero tenía un escote precioso. Podría haber metido la mano ahí dentro y perderla... y no encontrarla...
La ciudad es inmensa. Cuánta gente. Cuantas veces a lo largo de tu vida te cruzarás, por ejemplo, a la salida del metro con violadores, ladrones, asesinos, psicópatas, gilipollas crónicos, maltratadores, extremistas, idiotas... y pasarán una sola décima de segundo por tu vida, sin ni siquiera darte cuenta de ello; sin prestarles la más mínima atención...
Y a veces te preguntas..., de toda esa gente que se cruza a la salida del metro; ¿cuántas tías querrían follar conmigo?
Es probable que me cruce cada día con más gente del primer grupo que del segundo... Segurísimo.
Pero hoy no había sido así.
La había conocido en Sagrera, en la línea 1. En uno de los contoneos del metro habíamos chocado.
Era como me gustaban. Grandes. Hembras. Mujeres.
La posesión de una mujer así en el acto sexual es alucinante. Es la sumisión del fuerte. Yo y mi altura mediana-baja y mi cuerpo delgado sometiendo a una yegua desbocada de grandes dimensiones. Es el triunfo del hombre que domestica a la bestia. Me gusta sentirme así; y tenía un escote glorioso.
Poco después de contarme la historia de su ex marido apretó sus muslos contra los míos. En el bar quedaba poca gente. No cerrarían demasiado tarde.
Estaba ansioso por montar a la yegua. A paso ligero, a galope.
Yo estaba pasando por una de esas etapas de “voy-a-dejar-de-beber-tanto-y-a-hacer-más-ejercicio”. Esas etapas me destrozaban, eran antinaturales. Simples productos de la necesidad de follar. Al atravesar por esas etapas me sentía deprimido y ansioso. Eso sí, mucho más ligero. Es cojonudo ser un deprimido ligero! Me hubiera conformado con estar ligeramente deprimido...
- Julián, ¿porqué no vienes a mi casa? – me dijo.
Hacía dos meses que no mojaba. Tras decirme aquello mientras apretaba sus muslos a los míos, me sentí feliz aunque algo nervioso. Pasé a ser un no-deprimido con pesadez de estómago... y de cuerpo en general... no se puede tener todo!
Finalmente nos levantamos y nos fuimos. Por el camino se mostró risueña, contándome sus manías. Decía que una de ellas era ir contando los coches que tenían las pegatinas del burro y los que tenían la del toro. Es decir, la tontería de españoles y catalanes. Se había marcado como objetivo saber de qué había más; si de burros o de toros. Desde luego, burros eran todos...
- Y tú? – me preguntó - ¿Eres más de burros o de toros?
- Yo soy más de yeguas – le respondí
Me e limitado a suprimir la siguiente parte que es demasiada obscena.. desde que llegan a su casa hasta que salen, os dejo dar rienda suelta a vusestra imaginacion.. Ya os pondre otro mas interesante, de momento conformaros con lo que teneis.
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